sábado, 10 de enero de 2009

EL BAUTISMO DEL SEÑOR


Este Domingo celebramos el bautismo del Señor. Con esta celebración acabamos el tiempo de la navidad y entramos en el tiempo ordinario, tiempo en el que la parroquia se prepara para la celebración de la semana de pasión que se avecina.

Jesús no quiso ser más que nosotros y se bautizo para formar parte de la Iglesia cristiana, la gran familia de Dios.

DEL EVANGELIO
«Entonces Jesús fue de Galilea al Jordán y se presentó a Juan, para ser bautizado por él...
Bautizado Jesús, salió luego del agua. En esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y se posaba sobre él. Y una voz que salía de los cielos dijo: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco » (Mt 3,13-17).

EXPLICACIÓN
En la escena aparece el Padre certificando la filiación divina de Cristo: «Este es mi hijo amado...» (Mt 3,17). Aparece el Hijo ungido por el Espíritu Santo, según muchos autores significado por la paloma visible. Y todo para que los nombres reconociesen al verdadero Mesías, enviado a anunciar la salvación.
Jesús se pone en la fila de los pecadores que van a ser bautizados por Juan. Es un signo más de la encarnación entre los nombres, identificándose con los pecadores arrepentidos y necesitados de salvación.
Nuestro bautismo. De nuestros padres recibimos la vida natural del cuerpo. Por el sacramento del bautismo:

• recibimos el perdón o purificación del pecado original;
• se nos nace partícipes de la vida divina por la gracia, que nos hace hijos de Dios;
• toman posesión de nuestra vida las tres divinas personas, que vienen a habitar en nuestra alma y toman también a su cargo nuestra santificación y salvación;

• se nos infunden las virtudes de la fe, esperanza y caridad y los dones del Espíritu Santo;
• nos hacemos más hijos de la Iglesia y usufructuarios de todas sus riquezas;
• nos convertimos en herederos del cielo: «Si hijos, también herederos».
El bautismo es como la cuna donde nace el pueblo de Dios. Allí nacimos como miembros de la familia de los hijos de Dios. ¡Qué gozo vivir esa fraternidad en el templo, en la eucaristía del domingo, junto a todo el pueblo de
Dios...!

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